miércoles, 30 de abril de 2008

PERROS DE HORTELANO Y III

Un trasvase no cabe duda que es una transferencia de caudales de una cuenca a otra. Sin embargo, lo que diferencia un trasvase puntual necesario -y además probablemente legal- del trasvase como arma política, es la concesión de aguas.

Sin concesión de agua no hay otro derecho que alegar más que la pura necesidad y la sensatez. Los trasvases concesionales son fijos y no dependen de la hidrología, sino que se exprime a la cuenca cedente hasta los límites más brutales, como bien saben en Sacedón.

Se habla de un trasvase (partiendo de una concesión vigente) de 40 hm3 como si fuera una catástrofe nacional y hay quien pretende comparar esta cesión (con trasvase incluido) de un volumen concesional de 40 o 50 hm3 con una nueva concesión que llevaría hacia el sur levantino más de mil hm3, que cada verano mantendría prácticamente seco el embalse de Mequinenza e incluso llegaría a secarlo si hiciera falta.

¿Acaso los que ahora autorizan un trasvase tras otro desde Entrepeñas iban a negarlo desde Mequinenza? Por supuesto que damos por descontado que por muchas quejas que hubiera, ningún político de ningún color negaría un agua necesaria “para salvar los árboles” que en realidad son y serían naranjos plantados en laderas recientemente roturadas y sin ningún futuro a menos que su finalidad sea vender los terrenos tan pronto se firmase la concesión, obteniendo así suculentas plusvalías

La imagen de un pueblo, región o país, se forja en siglos en lo positivo, pero bastan unas semanas para todo lo contrario. Solo hace falta alguien con un poco de imaginación y sentido del humor para crear otro estereotipo que nos identifique por décadas con otro eslogan como el célebre “Chufla, chufla, que como no te apartes tu…”.

No olvidemos que las sequías pasan y el agua es renovable, en tanto que la imagen de insolidarios y “perrihortelanos” se mantiene y multiplica en cada ocasión en que no se responde a situaciones de necesidad con sensatez, sino con manidas consignas que nos alejan irremediablemente como referentes del uso sostenible del agua.

No podemos ser los paradigmas del envidioso ni del avaro que, conociendo las restricciones de Barcelona, se aferra a un concepto rígido, olvidando que hay una concesión (exagerada sin duda) que tiene aguas sobrantes y que no es un crimen cederla a quien la necesita para abastecimiento humano. Pensemos lo que diríamos si los afectados fuéramos nosotros.

Creo que ninguna persona que se precie de tal, negaría agua de boca a quien la necesite. Incluso uno de los preceptos coránicos establece que ofrecer agua a quien la precise (sea persona, animal o planta) equivale a dar una limosna.

Cierto que no somos tan ricos como para ofrecer nuestros donativos en forma de agua a todos quienes la piden (especialmente porque no es nuestra) pero hablando de agua, la sed siempre debe de estar por encima de consignas.

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