miércoles, 18 de noviembre de 2009

Otra vuelta de tuerca

Alucino tanto con el poco rigor de los ecoterroristas y sinvergüenzas varios del cambio climático, como con la escasa, por no decir nula capacidad crítica de la ciudadanía, incluso de la bien instruida.

Tenemos cantamañanas metidos a científicos que basan sus catastrofistas predicciones en estudios que hacen ellos mismos y en libros que también han escrito ellos y sus amigos o correligionarios. Lo mismo podría cambiar el clima por el CO2 que por los tetrabriks o por cualquier otra cosa, el caso es seguir chupando de la teta pública y alarmando a los ciudadanos para conseguir más dinero para su pseudociencia especulativa.

Está claro que estamos ante un repunte de las temperaturas, pero no tenemos ni puta idea de si es natural o no. Lo único que se pretende es culparnos a los humanos en esta nueva ciencia-religión que en lugar de culparnos de los terremotos o las tormentas por nuestros pecados, lo hacemos por el cambio climático y por nuestro modo de vida.

Incluso lo que soy yo, me alegraría de que subieran las temperaturas para tener unos inviernos más suaves, con menos cierzo y sin nieblas, pero me temo que seguiremos pasando el mismo frío, pero con el calendario cambiado, con fríos que comienzan en diciembre y no se acaban de ir hasta junio, como si las estaciones se hubieran movido dos meses adelante.

Además, en lugar de buscar el modo de paliar las consecuencias del posible cambio climático, buscamos atajar el origen, cuando hoy por hoy es imposible. Es como si vamos al médico porque tenemos fiebre, y en lugar de recetarnos primero un antipirético, se dedica interrogarnos días y días buscando el origen de la fiebre en nuestra vida disipada o en nuestras borracheras, pero no dando soluciones coherentes e inmediatas para evitar el desastre.
Si de verdad creyeran en el cambio climático, se dedicarían a predicar que se deben construir embalses que laminen las riadas y guarden el agua para las sequías; a alejar las viviendas de la costa y de las márgenes de los ríos, a ir llevando los invernaderos a zonas más al norte y con más agua, a adaptar los cultivos a las nuevas condiciones climáticas, pero no.

Al igual que con el ozono y la gripe A se trata de alarmar a los más crédulos para que los de siempre, ahora devenidos en ecologistas se forren a costa de los más cándidos y bienintencionados.