sábado, 14 de junio de 2008

Cuidado con pasarnos

Líbreme Dios de defender a la Expo y especialmente a sus gestores. Pero el éxito esperado parece que de momento no lo es tanto, por lo que prefiero esperar afilando la daga, puesto que quizá en el pecado tengan estos soberbios su penitencia. Tal vez se despierten del sueño y los varios emperadores de este evento vean de pronto su desnudez y actúen, aunque no tengo ninguna confianza de que sea así. Pese a todo, tampoco daré argumentos para que puedan emplearse torticeramente, al menos hasta que pase el verano.

Una cosa son los desahogos puntuales y otra que ahora demos excusas a otros para poner a parir a una ciudad y un evento que a pesar de quedar muy, muy lejos de lo que habíamos soñado algunos, es todo lo que hay y es la ciudad en la que vivimos y esperamos vivir. Bien es cierto que para algunos que podamos creernos muy por encima del ciudadano medio este evento sea una feria para niños, pero es que así es la sociedad. No porque no me guste el fútbol y tenga una pésima opinión de los forofos voy a tildar de imbéciles a los aficionados.

La Expo es un reflejo de nuestra sociedad, incluso en el quiero y no puedo, pero ya que la tenemos, vamos a intentar disfrutarla. El patíbulo que haya que armar lo dejaremos para montar la ejecución en familia y tras el verano. Si somos capaces de aguantarnos las ganas.

Sea esta expo lo que sea, el rasgo más importante que diferencia a Zaragoza, Valencia, Sevilla Barcelona o Madrid de París, Berlín y algunas otras capitales europeas es simplemente la medida del tiempo.

Las obras a realizar en Zaragoza y la Expo tenían un plazo de poco más de tres años, justo el tiempo útil de una legislatura, y ahí nos hemos quedado.

Salvo en esta Expo, en España lo hacemos todo de 40 en 40 meses y así nos luce el pelo. No hay proyectos pluri-legislativos, cuyo plazo de ejecución pueda superar el de vida política de sus mentores y así nos luce el pelo.

miércoles, 11 de junio de 2008

Más sobre la Expo

Creo que solo dentro de un año tendremos la perspectiva adecuada para valorar la Expo en su conjunto. Una Expo con muchas luces y sombras. Unos ven más los aspectos positivos y otros los negativos, pero creo que no cabe duda alguna de que el resultado final es positivo, especialmente de Ranillas hacia fuera.

Otra cosa es que lo que a muchos deslumbra sea una horterada para otros, o que los contenidos y la filosofía de la propia Expo maravillen a muchos y sea lamentable para otros tantos. O que la orgía de arquitectura poco original y un tanto ramplona sea como un cadáver embalsamado, aceptable por fuera pero podrido o vacío por dentro. Es la representación del “Arte por el arte” contra el que clamábamos los comunistas en los años 70.

Sin embargo no cabe duda alguna de que la ciudad de Zaragoza ha ganado mucho, muchísimo con esta Expo.

Tan poca duda como de que esta Expo con otros gestores, junto con la borrachera arquitectónica habría tenido otras repercusiones a distintos niveles, no sólo para la Fundación ECODES y sus amiguetes, que no olvidemos son quienes han mangoneado y mangonean este evento, junto con la Escuela de Arquitectura de Barcelona.

Sería de estúpidos no admitir que Zaragoza está mejor que estaba, y que hemos avanzado (o quizá mas bien recuperado) 20 años, pero no es obstáculo para que nos quejemos del resultado de tan imponente inversión y reivindiquemos que se podían haber hecho mucho mejor las cosas si la tarta no hubiese estado repartida de antemano en un porcentaje que cuando se conozca este otoño escandalizará a todos. Otra cosa será que tenga alguna repercusión.

Supongo que el Tribunal de Cuentas y quizá el Fiscal Anticorrupción quitará el sueño a más de uno, pero el bien y el mal está hecho, o sea que, ¡a disfrutar con lo que hemos pagado y pagaremos en los próximos años!.

jueves, 5 de junio de 2008

A proposito de la Expo

Cualquier persona normal que haya seguido el devenir de la Expo desde sus inicios allá por el año 2000, la sustitución de Ángel Val por Blasco y la consecución de la Expo hasta su recta final, se habrá dado cuenta cómo se ha llegado de aquel apoyo sin fisuras incluso a la actual abierta beligerancia contra ella por colectivos y personas que critican cada día más vehementemente la forma y el fondo de este evento.

Al señor Blasco y su camarilla (Pellicer y Gistau especialmente, pero sin olvidar a los Albisu y otros) los ciudadanos les dimos un cheque en blanco, pero nos han defraudado.

Los responsables de la Expo (incluidos los comisarios de buena parte de los pabellones españoles) han dilapidado el capital que les dimos para gestionar (en Euros y en confianza) en oropeles y fanfarrias de dudoso gusto, junto a contenidos “culturetas” que sonrojan por su mensaje para niños de preescolar en supuesta estética de vanguardia, un estilo que quizá epate a quienes solo salen de Zaragoza para ir a su apartamento de la playa, pero hará sonrojar a muchos de quienes se acerquen por buena parte de los pabellones.

Lo del recinto no tiene nombre. Gastamos una millonada en urbanizar un meandro al que se debe proteger de crecidas de 1500 m3/s con lo que esta Expo nos deja un legado insostenible de recinto inundable a la primera de cambio, que precisará de costosas inversiones para dejarlo con un razonable nivel de seguridad, al menos estética y sostenible en su mantenimiento.

Hasta el momento, la mayor parte de las publicaciones Expo son unos tochos infumables o de agua tienen el nombre y poco más. Desconozco si es que autores y editoriales no han querido o podido presentar nada o es que también en este caso han tenido que acudir con padrino.

Zaragoza ha sido desde hace cuatro años la Meca de los nuevos Melquiades que han encontrado en nuestros ¿responables? de la Expo (incluyendo a comisarios de un buen número de pabellones) a los pardillos a quien vender (Expo)imanes para oro o (Expo)hielo. Pero la diferencia es que nuestros Buendías han pagado con dinero público.

Acerca de la filosofía hidráulica de lo que podremos ver… casi mejor lo dejo para los visitantes. Baste saber que una botella de agua mineral da de beber medio día a una persona, pero esa misma botella llena de lejía para desinfectar, puede suministrar agua para un centenar durante un día entero.

Por el momento, nadie cuenta que la gente no muere de sed sino de diarreas por beber agua contaminada, por lo que cuando en algunos pabellones o stands vean niños deshidratados y famélicos, no crean que la culpa es de la falta de agua, sino de su contaminación. Pero entre hablar de sed o de diarreas, es más "fashion" la sed. Que la muerte no te prive de una ciudada e hipócrita estética. ¿Imaginan la Plaza temática "Diarrea terminal"?


Nuestra Expo del agua ha confundido la lejía con Font Vella.