miércoles, 30 de abril de 2008

NEGOCIADORES

Para dar al César lo que es del César, ahora toca hablar de la capacidad negociadora de Cataluña frente al Estado con cinco posibles vías de estudio:

  1. Los políticos catalanes son unos magníficos negociantes
  2. Los políticos del gobierno de la nación son unos pésimos negociantes
  3. Los políticos catalanes son unos chantajistas
  4. Los políticos del gobierno de la nación son unos impresentables que no saben negociar y además aceptan chantajes.
  5. Todo a la vez

Tras la victoria del PSOE en 2004, se derogó el PHN y el trasvase, al que renunció el gobierno catalán a cambio de una minucia de 1.100 millones de Euros.

Ahora, cuando nadie sabe donde se ha gastado el dinero destinado a obtener otras fuentes de suministro y a la protección del Delta, resulta que se llevan la pasta y el trasvase que encima pagaremos todos.

Eso no es negociar sino bajarse los pantalones a menos que la Generalitat devuelva el dinero al Estado.

Veamos lo que contaban en ABC el 7-5-2004

Por su parte, Cristina Narbona le presentó el paquete de alternativas al trasvase del Ebro para Cataluña, con una inversión de 1.100 millones de euros. Estas actuaciones aportarán 145 hectómetros cúbicos de agua, menos de los 190 previstos por el trasvase, aunque la ministra señaló que sólo hubieran llegado 112. Preguntada por qué obtener 145 hectómetros cúbicos supone una inversión de 1.100 millones y obtener el doble en Andalucía cuesta la mitad, Narbona respondió que «el nivel de contaminación y de destrucción del Delta es mayor».

A ver si alguien es capaz de explicarnos esto tan bien como el trasvase que no es trasvase.

PERROS DE HORTELANO Y III

Un trasvase no cabe duda que es una transferencia de caudales de una cuenca a otra. Sin embargo, lo que diferencia un trasvase puntual necesario -y además probablemente legal- del trasvase como arma política, es la concesión de aguas.

Sin concesión de agua no hay otro derecho que alegar más que la pura necesidad y la sensatez. Los trasvases concesionales son fijos y no dependen de la hidrología, sino que se exprime a la cuenca cedente hasta los límites más brutales, como bien saben en Sacedón.

Se habla de un trasvase (partiendo de una concesión vigente) de 40 hm3 como si fuera una catástrofe nacional y hay quien pretende comparar esta cesión (con trasvase incluido) de un volumen concesional de 40 o 50 hm3 con una nueva concesión que llevaría hacia el sur levantino más de mil hm3, que cada verano mantendría prácticamente seco el embalse de Mequinenza e incluso llegaría a secarlo si hiciera falta.

¿Acaso los que ahora autorizan un trasvase tras otro desde Entrepeñas iban a negarlo desde Mequinenza? Por supuesto que damos por descontado que por muchas quejas que hubiera, ningún político de ningún color negaría un agua necesaria “para salvar los árboles” que en realidad son y serían naranjos plantados en laderas recientemente roturadas y sin ningún futuro a menos que su finalidad sea vender los terrenos tan pronto se firmase la concesión, obteniendo así suculentas plusvalías

La imagen de un pueblo, región o país, se forja en siglos en lo positivo, pero bastan unas semanas para todo lo contrario. Solo hace falta alguien con un poco de imaginación y sentido del humor para crear otro estereotipo que nos identifique por décadas con otro eslogan como el célebre “Chufla, chufla, que como no te apartes tu…”.

No olvidemos que las sequías pasan y el agua es renovable, en tanto que la imagen de insolidarios y “perrihortelanos” se mantiene y multiplica en cada ocasión en que no se responde a situaciones de necesidad con sensatez, sino con manidas consignas que nos alejan irremediablemente como referentes del uso sostenible del agua.

No podemos ser los paradigmas del envidioso ni del avaro que, conociendo las restricciones de Barcelona, se aferra a un concepto rígido, olvidando que hay una concesión (exagerada sin duda) que tiene aguas sobrantes y que no es un crimen cederla a quien la necesita para abastecimiento humano. Pensemos lo que diríamos si los afectados fuéramos nosotros.

Creo que ninguna persona que se precie de tal, negaría agua de boca a quien la necesite. Incluso uno de los preceptos coránicos establece que ofrecer agua a quien la precise (sea persona, animal o planta) equivale a dar una limosna.

Cierto que no somos tan ricos como para ofrecer nuestros donativos en forma de agua a todos quienes la piden (especialmente porque no es nuestra) pero hablando de agua, la sed siempre debe de estar por encima de consignas.

martes, 29 de abril de 2008

PERROS DE HORTELANO II

Se dice que en cada español hay un seleccionador nacional de fútbol, a lo que quizá se debiera añadir que en cada valenciano, murciano o aragonés hay un hidrólogo. No se trata de negar el derecho de cada uno a expresarse libremente, e incluso a ser mejor seleccionador que Luis Aragonés –por poner un ejemplo- y más sensato en política hidráulica que cualquiera de nuestros políticos y expertos del más variado pelaje, pero al menos creo que todos juzgamos imprescindible estar informado.

Cualquier postura llevada al extremo produce efectos indeseables y perversos por muy loables que fueran las causas iniciales, y el trasvase no lo es menos. Una cosa es que seamos defensores de la unidad de cuenca y enemigos de trasvases, y otra muy distinta convertirnos en hidrotalibanes y seguir al pie de la letra consignas y mandamientos ilógicos que, llevados al límite, pueden ser incluso inhumanos.

No dudo que llevar agua a Barcelona sea técnicamente un trasvase, tampoco que quizá con mejor planificación, Barcelona no habría tenido problemas de abastecimiento. Incluso cuesta poco trabajo imaginar la poderosa maquinaria de AGBAR trabajando más en la primera que la segunda opción. Pero a fin de cuentas, lo cierto es que nos hacemos un flaco favor siguiendo esta línea argumental sin pensar que detrás de las restricciones que amenazan a Barcelona hay gente como nosotros, que no tienen por qué entender de hidrología ni política hidráulica, y aún menos ser moneda de cambio o paganos de la falta de ideas de determinados partidos.

La cosa tiene más gracia si pensamos en cuántos aragoneses se quedarán sin beber o regar por este trasvase. ¿Serán cien mil, veinte mil, doscientos, diez…? Pues no, ni siquiera un solo aragonés se quedará sin regar o beber por este trasvase, porque el agua se toma desde el último azud del Ebro, a unos pocos kilómetros de su desembocadura. ¿Quizá podamos hablar de concesiones y de aguas que deberían reservarse para Aragón y a causa de este trasvase no podrán emplearse aquí?. Pues tampoco, ya que se emplea una concesión existente desde 1981.

Sin embargo, nadie se ha molestado en contar con los aragoneses que tienen casa o pasan sus vacaciones en Salou o la Costa Dorada, a quienes estamos poniendo en un aprieto con estas posturas intransigentes. Tampoco se ha tenido en cuenta que desde hace casi un cuarto de siglo existe un trasvase desde el embalse de Ciurana al de Riudecanyes y no se ha hundido el mundo.

Además, la diferencia del trasvase a Barcelona con el planteado para Levante hasta ahora es de peso. Como deberían saber todos los que han enarbolado el hacha de guerra, la diferencia entre uno y otro es fundamental, y se llama concesión de agua, un detalle de capital importancia para quien quiera hablar con propiedad.

lunes, 28 de abril de 2008

PERROS DE HORTELANO I

PERROS DE HORTELANO I

Decía el ahora olvidado poeta Vladimir Maiacovski: “Quien no olvide el primer amor no conocerá nunca el último” y ese es uno de los principales problemas de los aragoneses: vivimos volcados en ese primer amor de aquel pacto del agua antitrasvasista. Por ello, a menos que cambiemos de mentalidad, nos iremos quedando tan viejos y solos como la protagonista de aquella copla titulada “Tatuaje” o la Penélope de Serrat.

Lo primero que debemos hacer es acabar de una vez por todas con ese “Pacto del Agua” insostenible en lo ambiental, obsoleto en lo técnico y anacrónico en lo social, poniendo de una vez por todas los pies en el suelo. Así comenzaremos la casa por los cimientos, desechando aquella carta a los Reyes Magos que es el citado pacto, cuya razón de ser era -sobre todo- secar todos nuestros ríos para no dejar ni una sola gota en el Ebro.

En esta tierra se echan en falta personas que se atrevan a decir lo que piensan y acabar con esa cantinela de antitrasvasismo que posiblemente sea lo único que ha unido a los aragoneses en mucho tiempo. Aunque a regañadientes -y de momento- parece que también la Expo cuenta con ese apoyo.

El antitrasvasismo une a casi todo el espectro social aragonés y se apoya en tres débiles pies que son antagonistas y por lo general difícilmente sostendrían una argumentación razonable, aunque por otra parte no les falten razones. Unos no quieren trasvase por cuestiones medioambientales, sin entrar en razonamientos sociales y económicos; los otros porque entonces no habría agua para un pacto moribundo, del que ya casi nadie se declara seguidor al cien por cien, pero del que tampoco se atreven a desvincular, y otros por motivaciones puramente atávicas de un sentido patrimonial fuera de lugar en una constitución democrática, o simplemente sea pura envidia.

Debemos reescribir de nuevo todos nuestros postulados hidráulicos bajo unas premisas sensatas que prevalezcan sobre dogmas y consignas más propias de Costa que de la comunidad que alberga la Expo 2008 y la “Década del Agua” de las Naciones Unidas. El agua no puede ser moneda de cambio entre políticos y debería servir para unir y no para enfrentar.

Pero claro, olvidar el pacto del agua aragonés y el trasvase levantino no puede ser solamente un asunto de aragoneses con valencianos y murcianos. Hace falta un gran pacto del agua a nivel nacional que ponga orden en este gallinero, que pare las transformaciones en regadío que nacen deficitarias y se convertirán en permanentes pedigüeños hídricos subvencionados.

No se solucionan los problemas del agua socializando la sequía al ampliar las tierras irrigadas. Hay que asegurar y consolidar los regadíos existentes deteniendo cada transformación en regadío que no tenga unas garantías del 100 %, lo que reduce casi a cero esta posibilidad.

Hay que acabar con campañas publicitarias vergonzosas y demagógicas pagadas con dinero público, lo que significa -en definitiva- que deberíamos terminar de una vez por todas con la posibilidad de que alguien gane un solo voto enarbolando la bandera del agua.

La mejor normativa hidráulica es la sensatez, y por ello debería prevalecer en casos como éste, por más que haya demasiados interesados en revolver las aguas para pescar votos a costa de agriar la convivencia.

martes, 15 de abril de 2008

Los "ecocuras"

De todos es sabido que la ecología es la ciencia que estudia la relación de los seres vivos con su ambiente y entre ellos; quizá algunos menos sepan que la persona que estudia ecología es el ecólogo, que no el ecologista.

El ecologista es el seguidor de una doctrina que -tal como se está planteando- pone a la naturaleza por encima del ser humano, y para cuyo sacerdocio muchos de sus acólitos no hace falta que estudien. “Lo que es bueno para la humanidad es malo para la naturaleza” y punto.

Sin embargo, gracias a la señora Narbona (que ojala obtenga en su retiro la misma paz que nos dio en su mandato) el ecologismo militante llegó a convertirse para muchos en una profesión. Solo hay que comprobar el dinero que ha salido del MMA para ONGS de variado pelaje que se han dedicado desde aterrorizar a los ciudadanos con el CO2, a llevarse una buena pasta con estudios que sobre el mejillón cebra hace años se habían realizado en Alemania y desechado porque el remedio suele ser peor que la enfermedad. Torpedean la Expo mientras chupan del bote (del “botijo” en este caso) o destruyen azudes varias veces centenarios y completamente integrados en el paisaje aduciendo sandeces acerca del flujo de los ríos o recibiendo dinero por conferencias que vaya usted a saber donde y a quienes se han dado.

Bastante hemos tenido con soportar a los curas erigiéndose en intermediarios entre Dios y los hombres. Ya no cuelan aquellos sermones acojonándonos con las penas del infierno si no éramos como ellos y cumplíamos los mandamientos.

Solo faltaba que ahora los sustituyamos por indocumentados cuyo único mensaje es que iremos al infierno del cambio climático si no nos hacemos como ellos, dejamos nuestros 4x4, nuestros aires acondicionados y calefacciones para regresar a un idílico siglo XVII de “ecocuras” viviendo como obispos.

Espero que el nuevo ministerio ponga las cosas en su sitio y saque del pesebre a tanto aprovechado