miércoles, 25 de febrero de 2009

Recalificaciones y corrupciones

Es simplemente escandaloso el descaro con que se presentan las operaciones inmobiliarias que tienen que ver con los ayuntamientos. Siento rabia e impotencia al ver cómo cada día somos más insensibles, y nos preocupa más la suerte de algún gran hermano de Tele5 que los trapicheos de nuestro entorno, que aunque nos parezca que no tienen nada que ver con nosotros nos afectan mucho más de lo que pensamos.

Leyes a la carta, licitaciones a medida, construcciones de nuevas zonas del extrarradio que van despoblando la ciudad consolidada y crean “guetos” en el casco antiguo. Además, nos obligan a pagar más impuestos para primar el transporte público y saturamos las vías de acceso, convirtiendo a cualquier ciudad “amable” como Zaragoza en aprendizas de Los Ángeles, donde todo hay que hacerlo en automóvil.

Se recalifica a la carta y los contratos públicos se adjudican a dedo en más ocasiones que mediante licitación limpia, pero no pasa nada. Nadie denuncia porque entonces no volverá a pillar un contrato, y sólo tratan de que el próximo le toque a su empresa.

Nos hemos acostumbrado a las corruptelas democráticas como nos acostumbramos a la dictadura de Franco. Hemos Convertido a la política en una actividad tan sucia como en la dictadura y donde al igual que entonces política y negocios van de la mano.
Somos indolentes o “hooligans” políticos que aplaudimos lo que haga nuestro equipo aunque sea romper una pierna al contrario, sobornar al árbitro o bajar a segunda división con tal de que lo haga nuestro rival.

Pues bien, si eso es lo que buscan lo van logrando a pasos agigantados. Tan solo hace falta que de la cantera surjan nuevos valores que se ocupen de meter goles a la corrupción, la ignorancia y la incultura endémica que es la base de la miseria y la marginalidad. Que disparen penaltis contra las adjudicaciones pactadas y contra los delirios megalómanos de palurdos con chequera pública.

Tiempo habrá para que los "cracks" de hoy dejen de meter goles, salgan de juerga o echen tripa y se reúnan con el equipo rival. Entonces -si lo hacemos bien- habrá otros chavales en el banquillo deseando comerse el mundo, y no estos carcamales que solamente quieren hacer el saque de honor.

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