miércoles, 18 de febrero de 2009

El convento de Belloch

Dice el alcalde zaragozano que los opositores a que Escrivá de Balaguer tenga una calle en Zaragoza somos sectarios; tiene gracia.

Sectario es quien defiende a capa y espada al fundador de una secta, enfrentándose a la inmensa mayoría de los ciudadanos que, además, le han dado el cargo.

Al OPUS y su fundador le defienden los propios sectarios (esta vez dicho con toda propiedad) los más carcamales del PP y el señor alcalde. Los cristianos más informados, los ciudadanos y la práctica totalidad de los otros votantes lo rechazamos.

Señor Alcalde, a ver si se entera que ya no estamos en una dictadura y no se puede cambiar por capricho los nombres a las calles. Sin embargo, ha rectificado a medias y encasqueta a los vecinos del Portillo y Parque Roma una calle que nos avergüenza tanto como las dedicadas al nazi de Sabino Arana en cualquier localidad vasca. Precisamente por no sentir vergüenza ajena y no tener que ver calles dedicadas a fascistas como ese y otros etarras es por lo que me retraigo bastante de viajar por esas tierras.

Pero mira por donde, un alcalde supuestamente socialista, tiene que traernos a los zaragozanos la vergüenza de ver que un fanático o un listo, tan fascista como los que perderán sus calles por franquistas, tendrá una avenida llamada a ser importante.

Las calles se dedican a personas ejemplares, de derechas o de izquierdas, reiliosos o ateos, aragonesas o vietnamitas si es preciso, pero Escrivá solamente es querido por sus acólitos o allegados, entre los que parece ser que se encuentran nuestros dos principales munícipes.

Con su pan se lo coman señores Blasco y Belloch junto con los pesebristas del PSOE y demás desvergonzados convidados de piedra a este banquete tardofranquista. Nada encaja salvo que Belloch esté dejando una bomba de relojería a sus todavía (y ahora más que nunca) correligionarios. Debe estar pensando… “Para lo que me queda de estar en el convento, me cago dentro”.

Ya podemos inventar un nombre que a fuerza de ser empleado borre el que nos quiere imponer este déspota cultural. Abriremos un debate proponiendo nombres para esta calle como la de “Avenida del Despotismo” para recordar siempre que con los Ilustrados han convivido o alternado en el poder los déspotas que ultrajan la voluntad del pueblo.

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