jueves, 27 de octubre de 2011

Naderías

Con noticias como esta, se puede sopesar la estupidez del ser humano. Somos 7.000 millones de habitantes, con riesgo de duplicar la población para el 2050 y seguimos con tonterías de sostenibilidad, de ahorro de CO2 y nimiedades semejantes.

Tenemos un cáncer que nos corroe y nos preocupamos por una verruga. Hablamos de obesidad y de hambre, de energías limpias y de quemar boñigas de vaca para hacer la comida, de turismo de lujo y pateras, de palacios y refugiados.

Cualquier especie animal se autorregula cuando no hay posibilidades de sobrevivir, en tanto que nosotros lo hacemos al revés, y eso tiene consecuencias. Pero también tiene un culpable: las religiones.

Mientras el mundo (y el tercero especialmente) no se vuelva ateo -o al menos tan cínico como suelen serlo los cristianos- la espada de Damocles estará más cerca de rebanarnos la cabeza. Y sinceramente no lo sentiré. La única opción indolora, o al menos más rápida es un fin del mundo global, que acabe con ricos y pobres, gordos y flacos, altos y bajos…

Lo que vemos es un lento fin del mundo autodevorado, donde unos se preocupan por algo que llevarse a la boca y otros por estupideces. Mientras el cáncer mortal avanza y nos come por dentro, hay quien se preocupa por una arruguita en la comisura de los labios.

Acabaremos con la tierra cuando acabemos con sus recursos, pero no hay de qué preocuparse. Nuestros parados serán los más sostenibles del mundo, y nuestros hambrientos nos cocinarán con biomasa, si es que para entonces queda algo que pueda arder.


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