martes, 13 de marzo de 2012

Machistas, machitos y tontitas


Quienes hemos conocido de cerca estas situaciones, sabíamos con casi total certeza que las medidas adoptadas eran simples “poses” políticas que no iban a solucionar nada. Eso en el caso de no agravar la situación. Con sólo comprobar el ridículo nombre de violencia de género o violencia machista ya se veía que no sabían demasiado por donde iban los tiros.

Lo primero es separar al hombre maltratador del hombre desesperado. Dos personalidades distintas y a menudo dispares. Los hay que matan por chulería y quienes lo hacen por todo lo contrario, porque sin su compañera no son nadie ni son nada.

Ambos casos apenas pueden solucionarse con campañas, y menos con algunas que hemos visto. Solamente la educación puede dar frutos, pero después de pasados unos años, que nadie se equivoque.

Lo primero a conseguir es que nadie se empareje por tener cocinera, planchadora, limpiadora o puta gratis. Todos los chicos deberían salir del colegio sabiendo separar la ropa para la lavadora, cocinar y limpiar. También sabiendo que el sexo del porno es otra cosa.

Pero ninguna chica debería llegar a los 16 años sin saber hacer un taladro, poner un enchufe o colgar un cuadro. Un compañero debe ser algo más que un falo que taladra paredes y maneja cables y aprieta tornillos flojos. Somos unos estúpidos hipócritas que nos avergonzamos de ese goteo de muertes ni nos parece ridículo que la igualdad sea una palabreja manoseada por profesionales de vivir del cuento o por gentes tan bienintencionadas como ineptas. Sin embargo nos parece una astracanada que en el bachillerato se enseñe a taladrar una pared, colgar un cuadro, planchar o separar la colada. Incluso tengo serias dudas acerca del modo en que imparte educación sexual en la escuela, especialmente a unas edades en que creen que el sexo adulto es el de Private, por ejemplo. Si no empezamos por ahí nunca habrá igualdad.

 Con todo, lo más grave es que haya macarras violentos que se tomen por modelos a seguir e incluso a amar, y ese ya no es un problema masculino. Los hombre podemos hacer cualquier cosa por sexo, y ser un chulito es lo más cómodo, especialmente si ves que funciona, y aunque alguna vez te lleves un par de guantazos de alguien más violento, fuerte o chulo, la recompensa en niñatas imbéciles que confunden sexo violento con sexo apasionado es casi segura.

Si la cosa no va a peor es que en muchos casos, si el violento es un poco inteligente, acaba enamorado de una mujer sensata que termina por reconducirles. El problema es cuando acaban por cogerle gustillo a las tontitas pseudomasoquistas que aguantan todo por complacerles, desde sexo no deseado, hasta sexo en grupo o incluso prostitución más o menos encubierta.    

Ya sé que no es políticamente correcto decirlo, pero hay mujeres que desde jovencitas llevan el estigma de maltratada en su mente. Ello las hace buscar modelos de hombre duro y violento, que las humilla y controla, que se pasa la vida dejándolas y llamándolas a los dos días. Tipos infieles pero arrepentidos, tipejos infames que quizá sean como sus padres (de él y de ella) y luego serán padres de sus hijos.

Esas mujeres buscan “hombres muy hombres”, “que se vistan por los pies” que las controlen porque no entienden de otro amor que no sea posesión, ni de otro sexo que no sea el sexo salvaje de la reconciliación tras la pelea, y más salvaje cuanta mayor haya sido la bronca. Por eso las trabajadoras de casas de acogida saben que al igual que hay un perfil de maltratador reincidente, hay otro de maltratada reincidente que busca ese tipo de machitos.

Evidentemente, el mundo está lleno de machistas hijoputas. Pero no es menos cierto que serían anecdóticos si la solución al problema no se base en el error de enseñar a los hombres a respetar a las mujeres como única actuación. Del mismo modo que se puede enseñar a un tigre a ser vegetariano, se puede enseñar a un hombre duro y violento a ser dulce y delicado con las damas. El problema es cuando el tigre comprueba que es más fácil, rápido y hasta placentero, cazar una gacela despistada, que pasarse el día buscando verduras y compitiendo con centenares de herbívoros. 

No se trata de enjaular al tigre hasta que abomine de la carne, sino que se convenza de que no hay otro alimento porque no queden gacelas tan idiotas que por sentir emociones fuertes se acerquen al tigre. Aunque éste sea vegetariano, si tiene rayas de tigre, ruge como un tigre y tiene colmillos de tigre, seguro que acabará mordiendo como un tigre.  

2 comentarios:

Grumete dijo...

Pues sí. Lamentablemente, la generación que viene por detrás dista mucho de ser la generación en la que los hombres y las mujeres sean equivalentes. Los hombres y las mujeres son distintos físicamente. Como animales que somos, estamos gobernados por elementos químicos, y el exceso de unos u otros determina la diferencia, además de la función en la reproducción.
Esta es la única diferencia.
En la gente joven veo chicas que buscan en su pareja la imagen de su padre, y en ellos la imagen de su madre. Sigue habiendo muchas mujeres con vocación de chachas y hombres con vocación de marqués, y por lo que veo, muchas veces reproducen la situación en la que han crecido. Esta situación es aceptada por los dos. Cuando deciden compartir su vida ninguno de los dos está engañado.
La violencia, en ocasiones viene de la mano de una especie de síndrome de Estocolmo que hace que la mujer se considere así misma como una escoria y que siente que ha recibido el maltrato merecidamente. A estas mujeres hay que proporcionarles la atención especializada que sea necesaria. Haber llegado a esta situación es fruto de un fracaso educativo.

La violencia es violencia, no es machista ni feminista. La violencia que algunos hombres ejercen contra las mujeres es misoginia, trastorno que ya sufrían los inquisidores y aquellos que les ayudaban de forma desinteresada. La violencia se ejerce contra aquellos que son más débiles y están más indefensos.

Cuando Hitler comenzó a desarrollar su política de exterminio no tuvo que ir a buscar a los asesinos ni maltratadores o torturadores a lugares remotos. Ellos vivían en las mismas ciudades, en las mismas calles. Sólo hubo que darles la oportunidad de "expreasarse". La existencia de personas de este tipo combinada con la excesiva permisibilidad social con el que abusa del alcohol creo que es la combinación fatal. Es más fácil para los políticos pasar de puntillas forzando el idioma "sexista" que buscar una solución razonable, inteligente y ÚTIL.

El Llanero Solidario dijo...

Excelente comentario Grumete. Es lo que nois diferencia a los que tenemos los pies en el suelo, de los que ven en las mujeres maltratadas un medio de vida que desaparecería sin los maltratadores.

Por cierto. Me encanta tu blog aunque no te apostille nada.