martes, 20 de marzo de 2012
martes, 13 de marzo de 2012
Machistas, machitos y tontitas
Quienes hemos conocido de cerca estas situaciones, sabíamos
con casi total certeza que las medidas adoptadas eran simples “poses” políticas que no iban a
solucionar nada. Eso en el caso de no agravar la situación. Con sólo comprobar el ridículo nombre de violencia de género o violencia machista ya se veía que no sabían demasiado por donde iban los tiros.
Lo primero es separar al hombre maltratador del hombre desesperado. Dos
personalidades distintas y a menudo dispares. Los hay que matan por chulería y
quienes lo hacen por todo lo contrario, porque sin su compañera no son nadie ni
son nada.
Ambos casos apenas pueden solucionarse con campañas, y menos
con algunas que hemos visto. Solamente la educación puede dar frutos, pero
después de pasados unos años, que nadie se equivoque.
Lo primero a conseguir es que nadie se empareje por tener
cocinera, planchadora, limpiadora o puta gratis. Todos los chicos deberían
salir del colegio sabiendo separar la ropa para la lavadora, cocinar y limpiar.
También sabiendo que el sexo del porno es otra cosa.
Pero ninguna chica debería llegar a los 16 años sin saber
hacer un taladro, poner un enchufe o colgar un cuadro. Un compañero debe ser algo
más que un falo que taladra paredes y maneja cables y aprieta tornillos flojos. Somos unos estúpidos hipócritas que nos avergonzamos de ese goteo de muertes ni nos parece ridículo que la igualdad sea una palabreja manoseada por profesionales de vivir del cuento o por gentes tan bienintencionadas como ineptas. Sin embargo nos parece una astracanada que en el bachillerato se enseñe a taladrar una pared, colgar un cuadro, planchar o separar la colada. Incluso tengo serias dudas acerca del modo en que imparte educación sexual en la escuela, especialmente a unas edades en que creen que el sexo adulto es el de Private, por ejemplo. Si no empezamos por ahí nunca habrá igualdad.
Con todo, lo más
grave es que haya macarras violentos que se tomen por modelos a seguir e incluso a amar, y ese ya no es un
problema masculino. Los hombre podemos hacer cualquier cosa por sexo, y ser un
chulito es lo más cómodo, especialmente si ves que funciona, y aunque alguna
vez te lleves un par de guantazos de alguien más violento, fuerte o chulo, la
recompensa en niñatas imbéciles que confunden sexo violento con sexo apasionado
es casi segura.
Si la cosa no va a peor es que en muchos casos, si el
violento es un poco inteligente, acaba enamorado de una mujer sensata que termina
por reconducirles. El problema es cuando acaban por
cogerle gustillo a las tontitas pseudomasoquistas que aguantan todo por
complacerles, desde sexo no deseado, hasta sexo en grupo o incluso prostitución
más o menos encubierta.
Ya sé que no es políticamente correcto decirlo, pero hay
mujeres que desde jovencitas llevan el estigma de maltratada en su mente. Ello las
hace buscar modelos de hombre duro y violento, que las humilla y controla, que
se pasa la vida dejándolas y llamándolas a los dos días. Tipos infieles pero
arrepentidos, tipejos infames que quizá sean como sus padres (de él y de ella) y luego serán
padres de sus hijos.
Esas mujeres buscan “hombres muy hombres”, “que se vistan
por los pies” que las controlen porque no entienden de otro amor que no sea
posesión, ni de otro sexo que no sea el sexo salvaje de la reconciliación tras
la pelea, y más salvaje cuanta mayor haya sido la bronca. Por eso las
trabajadoras de casas de acogida saben que al igual que hay un perfil de maltratador reincidente,
hay otro de maltratada reincidente que busca ese tipo de machitos.
Evidentemente, el mundo está lleno de machistas hijoputas. Pero
no es menos cierto que serían anecdóticos si la solución al problema no se base
en el error de enseñar a los hombres a respetar a las mujeres como única
actuación. Del mismo modo que se puede enseñar a un tigre a ser vegetariano, se
puede enseñar a un hombre duro y violento a ser dulce y delicado con las damas. El problema es
cuando el tigre comprueba que es más fácil, rápido y hasta placentero, cazar una
gacela despistada, que pasarse el día buscando verduras y compitiendo con
centenares de herbívoros.
No se trata de enjaular al tigre hasta que abomine de
la carne, sino que se convenza de que no hay otro alimento porque no queden gacelas tan idiotas que por sentir
emociones fuertes se acerquen al tigre. Aunque éste sea vegetariano, si tiene rayas de tigre,
ruge como un tigre y tiene colmillos de tigre, seguro que acabará mordiendo como un tigre.
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