Deberíamos avergonzarnos por la porquería de pabellones que hemos montado. Desde el de España, una estupidez que confunde el agua con el puro terrorismo del cambio climático y en el que se llega a decir un mensaje tan científico como “el día que acabemos con la última gota de agua en la tierra, el mundo se acabará”.
Los pabellones aragoneses no tienen desperdicio. Son zocos o bazares, pero políticos. En el de Aragón se vende su ideario político y algunos productos de amiguetes, un espacio mangoneado como si fuera un negocio privado, desde la elección de su dirección a los contenidos, donde el agua brilla por su ausencia. Un PARtido, que se pasa la vida llorando por el agua, cuando tiene ocasión de hablar un poquito de ella, se dedica a sus labores.
El pabellón de la provincia de Zaragoza es otro bazar político, donde al igual que el anterior no se vende nada sino que se compran votos (metafóricamente hablando). No hay agua y tan sólo ha sido una excusa para pagar el viaje a la Expo a una buena muestra de cada pueblo. Para esto no hacía falta desperdiciar un pabellón. Podían haberlo hecho en FITUR, pero claro, no tenían tres meses para pagar viajecitos.
El pabellón de la ciudad ha sido una buena muestra de cómo a la ciudad anfitriona se la sopla el agua. Para eso ya había delegado en esos ediles que no se presentan a las elecciones pero tienen más poder que los concejales (me refiero al “lobby” de cierta fundación ecodesarrollista). Zaragoza malgasta la Expo en otro bazar para incautos de cada barrio, que con la excusa de dedicarlo a los vecinos, tenían la entrada pagada y su minuto de gloria.
Que lástima de Expo desperdiciada porque nuestros políticos han pensado más en vender o comprar votos que en el motivo de la Expo. Me dan vergüenza.
sábado, 13 de septiembre de 2008
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