Quien me iba a decir que algún día daría la razón a Aznar, pero es que las estupideces del cambio climático ya rozan el esperpento en sus formas y el genocidio en su fondo.
Insistir en las maldades del cambio climático y achacarlo a la actividad humana es realmente una nueva religión para la cual no hacen falta hechos, sino dogmas de fe, que no necesitan explicación científica, puesto que a falta de ella ya se encargan los medios de comunicación de alarmar para que no quepa el recurso a la reflexión y el terror al supuesto cambio en lugar del estudio de nuestro pasado climático.
Todos los agoreros olvidan que llevamos miles de años de cambio climático desde la última glaciación, un cambio climático lento pero constante, con altibajos pero sin que le afecte la actividad humana.
Las evidencias reales son:
Un aumento de temperatura en la superficie, más motivado por la urbanización del entorno de los termómetros que por el alza real de las temperaturas.
Siete años de bajada de las temperaturas en altura, una realidad que se oculta sistemáticamente.
Unas previsiones basadas en modelos climáticos totalmente manipulables y manipulados.
Ingentes cantidades de dinero facilitadas por Lehman Brothers para pagar científicos mercenarios que avalasen estas teorías, con la sucia finalidad de manejar gracias al apoyo de Al Gore las multimillonarias sumas de la compra de derechos de emisión de CO2 por parte de los países pobres a costa de limitar su desarrollo.
Quizá el “destape” de Aznar se deba a que sin Lehman ya no hay teta de la que chupar. Quizá no es tan tonto como parece.
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