Nuestros estúpidos hijos son fruto de su tiempo, pero sobre todo de unos padres aún más imbéciles, que tan ocupados como estamos en comprar coches y pisos que no deberíamos y en mantener un nivel de vida que no nos corresponde, hacemos creer a nuestros hijos que somos la leche y no tenemos nada que ver con los putos trabajadores, que son solamente inmigrantes en tanto que nosotros somos todos jefes o encargados de algo. Gente tan guay no puede ser mezquina con las pagas de sus hijos y aún menos con la libertad. Por supuesto que tampoco preguntamos cómo llegan a casa a las 10 de la mañana tan frescos. Encima presumimos ante los demás y decimos que nuestros hijos son de lo mejor, pues pasan la noche fuera y solo beben cocacolas. Nadie pregunta que sustituye al alcohol para mantenerlos despiertos más de 24 horas.
Escuchamos música para aturdirnos, vamos al campo a jugarnos la vida, o relegamos el sexo por una buena cena en un restaurante caro. ¿Cuántos de nosotros en el último año hemos pasado siquiera 10 minutos tumbados bajo un árbol escuchando cantar a los pájaros, paseando tras una lluvia primaveral, o contemplando un atardecer?.
Hemos creado un mundo en el que los jóvenes tienen que sudar adrenalina pura para disfrutar, donde unos y otros tenemos que jugarnos el tipo para sentirnos vivos y en el que pensar o disfrutar de las cosas gratis que nos ofrece la vida es para los maricones, los pobres o los raros.
Ocupados como estamos en aparentar que somos unos burgueses, los que trabajan en las cadenas de montaje o amarrados a una máquina son otros, o -como en el anuncio- somos jefes de muchos pero esclavos de unos pocos, nos olvidamos de los hijos, los malcriamos y luego echamos la culpa a los demás por pervertirlos.
Nuestros hijos y nuestros políticos son fruto de nuestras acciones; echamos los polvos igual que los votos en las urnas y luego a esperar que nos traigan el cumlaudem, la rebaja de impuestos con subida de sueldos o hasta que sean personas normales. Somos aún más cretinos que nuestros jóvenes.
viernes, 19 de diciembre de 2008
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3 comentarios:
normalmente estaba de acuerdo con tus ideas.me has sorprendido con meter a los maricones en un contexto que no cuadra por ningun lado,a no ser que seas homofobo y eso lo esplicaria.los homoxesuales son iguales que los demas ,con sus defectos y sus virtudes.hay gays y lesbianas que estaran rendidos al capitalismo duro y otros lo rechazan y son felices tumbados debajo de un arbol.quizad este sacando fuera de contexto la frase de maricones,pobres y raros pero piensa que no te gustaria que a nosotros los padres nos trataran igual a todos.mi forma de educar seguramente no sera la misma que la tuya.
No tiene nada que ver con que el llanero sea homófobo o no.
Se refiere a esa visión "popular" del gay como persona moderna y guay, que puede irse al campo a tumbarse debajo de un árbol y oir a los pájaros y que, al decirlo, no le extrañe a nadie porque piensan: "Oh, que sensible".
Si no lo eres y dices lo mismo, la gente probablemente piense "Joder, que raro".
Creo que ese es el contexto en el que lo tienes que enmarcar para no malinterpretar ;)
Cierto anónimo II.
Al Anónimo I le matizo que precisamente mi intención era exactamente la contraria de la que has interpretado, puesto que en este contexto, "maricón" es sinónimo de gente sensible y especial.
Puedo ser antinacionalista, y quizá un tanto rústico, pero homófobo solamente soy cuando una opción sexual se convierte en un grupo de presión. Lo mismo que el Opus o cualquier secta.
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